‘Científicas olvidadas jamás contadas’ es una muestra de Rosana Largo Rodríguez, que divulga el legado de trece científicas e inventoras a través del lenguaje de los cuentos tradicionales. El acceso de la mujer a la investigación es hoy una realidad, pero no siempre ha sido así. ‘Científicas olvidadas jamás contadas’ propone un recorrido a través del trabajo y la peripecia vital de estas trece científicas e inventoras a lo largo la historia.
La singularidad de la muestra reside en que las científicas exponen sus descubrimientos a través de las protagonistas de los cuentos, abarcando distintos campos científicos: astronomía, entomología, matemáticas o biología molecular.
La exposición cuenta con tres apartados, uno de mujeres científicas, otro de mujeres inventoras y otro dedicado al cuento de ‘El principito’. Cada cuento está representado por una instalación artística, que recreará en su interior las secuencias más significativas del mismo, vinculándolo siempre con la científica de la que se trata.
El apartado de científicas relaciona el cuento de ‘Alicia en el País de las Maravillas’ con la matemática, astrónoma y filósofa Hypatia de Alejandría; el de ‘Pulgarcita’ con la entomóloga Maria Sibylla Merian; ‘Ricitos de Oro’ con la astrofísica Henrietta Swan Leavitt; ‘Caperucita roja’ con la física Marie Curie; ‘La princesa y el guisante’ con la genetista Ruth Sager y el cuento de ‘Blancanieves’ con la bióloga molecular María Blasco.
El área dedicada a las mujeres inventoras conecta el cuento de ‘La sirenita’ con el telescopio submarino de Sarah Mather; el de ‘Cenicienta’ con el lavavajillas de Josephine Cochrane; ‘La bella y la bestia’ con la tecnología alimentaria y el sistema de envasado al vacío de Amanda Jones; ‘La casita de chocolate’ con las cookies de Ruth Wakefield; ‘El mago de Oz’ con el GPS de Hedy Lamarr y el cuento de ‘La lechera’ con la máquina transportadora de leche de Fermina Orduña.
Otra sección especial de la exposición está dedicada al cuento de ‘El principito’ y al nuevo planeta que, si Antoine de Saint-Exupéry viviera, dedicaría a las mujeres astrónomas del XIX, conocidas como las ‘Computadoras de Harvard’.