La muestra intenta ser un puente que una la orilla de nuestra infancia, más o menos lejana, con la orilla de la infancia de nuestros hijos. Bajo este puente pasa el río de la vida. Sin más. Quiere ser como una plaza al sol donde brote el diálogo del niño del pasado con el de hoy. Los juegos han cambiado, también las costumbres; ahora bien, el diálogo es el mismo. Conocimiento y experiencia cruzan su palabra con la franqueza y la ingenuidad. El mundo no deja de dar vueltas pero, si nos fijamos atentamente, siempre encontraremos dos niñas colocadas en los polos jugando a la comba con un meridiano.
La exposición busca fascinar a los padres, aireando su memoria, y
sorprender a los hijos, mostrándoles la infancia de sus mayores. Ella
aporta el marco, los objetos y la atmósfera. La palabra queda a cargo
de los que quieran dialogar. De aquellos que saben que el ayer está
tendido siempre hacia la frontera del futuro.