En el siglo XIX, Burgos se convierte en capital de provincia. Con el Real Decreto de 30 de noviembre de 1834 nace definitivamente la provincia, y como instrumento anejo a ella, la Diputación Provincial.
De los antiguos distritos militares, que en Burgos tenían su punto de apoyo en el Castillo, se pasa a la Capitanía General y al Gobierno Militar. Se abandona el Castillo, semiderruido, con sus baterías y su guarnición y se desciende a la ciudad llana donde se instalan las oficinas y los despachos y se produce un crecimiento físico con una renovación urbanística en torno a las plazas de los mercados y a las calles adyacentes como la calle de la Paloma, Laín Calvo, San Juan, la Puebla. La nueva burguesía diseña una ciudad donde se construyen grandes edificios públicos y se abren amplios paseos donde relacionarse y exhibirse como el Espolón, el Teatro Principal y los cafés.
También sufre un notable crecimiento la zona sur al otro lado del río Arlanzón con la llegada de trabajadores inmigrantes mientras que surgen zonas residenciales nuevas como el paseo de la Isla exclusiva de la alta burguesía que construye allí sus palacetes y edificios administrativos como la Real Audiencia y la sucursal del Banco de España.