Atrás El Espolón, la ciudad y el río
A la sombra del cerro del Castillo y en la llana vega del Arlanzón se asienta la ciudad baja de Burgos. Los distintos barrios y calles en los que se alternan el sabor medieval, renacentista y burgués están vertebrados alrededor de la Plaza Mayor y el paseo del Espolón. Este último rincón urbano, situado entre los puentes de San Pablo y Santa María, es uno de los paseos más conocidos y bellos de España.
El arco de Santa María marca el inicio del recorrido. Construido hacia 1540 por Juan de Vallejo y Francisco de Colonia, quiso ser un homenaje de la ciudad al emperador Carlos V. En su interior puede visitarse la mudéjar sala de Poridad y un bello mural de Vela Zanetti.
Con una reverencia a los héroes castellanos que presiden su fachada podemos retroceder unos metros por el renovado puente de Santa María y asomarnos a las cristalinas aguas del Arlanzón. Sorprende la riqueza vegetal y la variada fauna que vive en sus riberas. Patos azulones, garzas, truchas y unas cuantas nutrias convierten el río burgalés en un verdadero paraíso ecológico.
La mejor manera de sentirse burgalés en Burgos es pasear tranquilamente por El Espolón, un jardín arquitectónico dieciochesco con toques románticos de origen francés. Hay que saber demorarse entre las hileras de entrelazados plátanos de sombra que adornan su andén principal y mirar y dejarse ver, como se ha venido haciendo ininterrumpidamente en sus 200 años de historia.
Entre bellas casas modernistas y pasando junto al clasicista edificio del Consulado del Mar llegamos a los Cuatro Reyes. En el centro del paseo y en su andén superior se localizan cuatro esculturas de piedra donadas por Carlos III y que representan a personajes ligados a Burgos.
Justo enfrente aparece el neoclásico Ayuntamiento, finales del siglo XVIII, que, a través de sus elegantes arcos, permite asomarse a la Plaza Mayor. Su irregular, amplio y porticado espacio, presidido por una estatua en bronce del rey Carlos III, sigue siendo el centro neurálgico de la ciudad. Camino a la plaza de Santo Domingo, hay que asomarse a las largas y estrechas calles del Almirante Bonifaz y la Moneda. Las dos están repletas de elegantes casas construidas en el siglo XIX adornadas con las características galerías acristaladas de arraigo burgalés.
Por la calle de Santander y los entrañables Soportales de Antón llegamos a la plaza de la Libertad, donde se alza la Casa del Cordón. Esta auténtica joya de la arquitectura civil burgalesa era el palacio de los poderosos Condestables de Castilla y fue diseñado a finales del siglo XV por Simón de Colonia.
La ruta continúa al encuentro de la cercana plaza del Mio Cid, otra de las entradas del paseo del Espolón y a la que se asoma el palacio de la Diputación y el Teatro Principal. En el centro de la plaza se alza la estatua ecuestre de El Cid Campeador, fundida en bronce por Juan Cristóbal y que se ha convertido en la imagen icónica más conocida de este famoso héroe local.
Desde este punto y tras cruzar el también cidiano y monumental puente de San Pablo se accede hasta las inmediaciones del Complejo de la Evolución Humana.